miércoles, 12 de septiembre de 2007

Biblioteca



Las bibliotecas escolares bajo mínimos
Luis Pérez Aguado
En temas culturales y educativos, a menudo avanzamos dando saltos. Podemos pasar de la miseria más absoluta en cuanto a infraestructura cultural, a montar las más costosas exposiciones, obras de teatro o fiestas callejeras que pueden dar la impresión de que nos hallamos en el mejor de los mundos.
En temas de lectura pasa algo parecido. De carecer de los elementos básicos para leer, como es una buena oferta de libros ya sea en la escuela o en la biblioteca de barrio, a veces se realizan grandes actividades que partiendo del libro -o incluso a pesar del libro– den la impresión de que el problema de la lectura está resuelto.
La escuela de hoy y de mañana no puede olvidar que entre sus objetivos está el de fomentar y crear hábitos de lectura. Sin lugar a dudas, el instrumento más adecuado para hacer realidad este objetivo en mayor o menor grado es la biblioteca escolar Aparece siempre como una necesidad indiscutible. Tenga muchos o pocos libros, cuente con un espacio grande o pequeño, lo cierto es que muchos centros educativos carecen de medios económicos y espaciales para hacer frente a semejante proyecto, de aquí que vaya siendo hora de que los administradores escolares tomen conciencia de la importancia que la escuela juega con la formación de los lectores de la sociedad adulta del mañana.
La Consejería de Educación debería implicarse a fondo y velar por la existencia en cada centro educativo de una biblioteca, dotarlas de fondos propios y contemplar en su organización la figura del profesor/a bibliotecario/a. Por el contrario deja esta iniciativa a los centros educativos.
Pero los centros suelen tener otras necesidades prioritarias y sus limitados recursos los utilizan en base a esas necesidades. En muchas ocasiones no hay espacio para dedicar a una sala de lectura y biblioteca. En otras ocasiones la biblioteca es la que se utiliza como aula de clases porque se carece de ella. La imaginación es grande y en otras ocasiones rincones y pasillos que no conducen a ningún lugar sirven para colocar estanterías o mesas para lectura.
La administración educativa en nuestra comunidad se limita a apoyar las bibliotecas en los institutos si los profesores presentan proyectos. Postura muy cómoda por su parte, porque así no invierte dinero en un bien esencial. Aún así, el proyecto puede ser aprobado o rechazado. Si es apoyado con aporte económico, probablemente, el curso siguiente no existirá esa ayuda, ya que el dinero es necesario aportarlo a otro proyecto. ¿Estrechez de miras, quizás indiferencia?
Por regla general, la organización de la biblioteca surge de la iniciativa y buena voluntad de un maestro/a o profesor/a - que puede o no seguir el siguiente curso en el mismo centro, con lo que la biblioteca puede que no tenga continuidad - al que no suelen darle horas para este cometido, (a no ser que esté aprobado como proyecto por la Conserjería) - aparte de las que dedica al centro, para organizar, catalogar, preparar exposiciones y actividades, pero sí, en cambio, existen jefes de departamentos, jefaturas de estudios, secretarios, directores, etc., a los que sí se les contemplan horas para el desarrollo de sus funciones, e incluso cobran por desempeñar esas responsabilidades.
Con ello queremos llegar a la conclusión de que la meritoria labor del profesor/a o maestro/a bibliotecario/a está poco o nada valorada y su esfuerzo escasamente reconocido. Con este panorama no debe extrañarnos que sólo un reducido número de escuelas tengan bibliotecas que funcionen de forma continuada.
Tampoco los programas oficiales se prodigan en el fomento de la lectura. Psicólogos y pedagogos coinciden en afirmar que desde los primeros años del aprendizaje se debe fomentar en los niños el uso del lenguaje oral y escrito para comunicarse, pero debido, quizás a un exceso de contenidos, se descuida este aspecto fundamental. Ya de por sí no resulta fácil inculcar a los niños el placer por la lectura. Dentro del aula, los propios programas curriculares no lo ponen fácil.
Los programas oficiales separan el lenguaje en función de comunicación. No enseñan los mecanismos de la práctica de la literatura. Se reduce la lengua a aquellos aspectos formales que la convierten en una materia dividida en compartimentos estancos (ortografía, gramática, semántica, literatura).
Es evidente que el niño tiene que saber utilizar formalmente su lenguaje, pero al servicio de una mejor comunicación (expresión y comprensión). En el caso de la literatura, el trabajo formal sobre los textos literarios tendría que alimentar la capacidad expresiva y creativa del alumno.
Sabemos que todo lo que se haga para promover el uso y disfrute de la biblioteca, ya sea en el seno de la institución escolar o fuera, servirá para ensanchar horizontes que permitan conectar mejor con la vida. Nada más, ni nada menos. (Fuente:www.canariasaldia.com)

Nuestra Biblioteca




Exposición: Seres fantásticos
Exposición: Lecturas amigas de la Tierra


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Dirección de los recursos de la Junta de Castilla y León: http://www.educa.jcyl.es/educacyl/cm/zonaalumnos/


Semana del libro 2008



Red de bibliotecas de Canarias: http://bibliotecas2000.culturacanaria.com/
Página canaria de Animación a la Lectura: http://www.animalec.com/
Fomento de la lectura: http://www.planlectura.es/
CEIP José María Calatrava
Guía de lectura:
http://centros1.pntic.mec.es/cp.jose.maria.calatrava/biblioteca.html

Una de cuentos
La lágrima del dragón

de Cristina Guerra

(alumna de 6º nivel en el curso 2003-04)

Hace muchos años, en épocas de dragones y caballeros, en un pueblo llamado Jerez de Caballeros vivía una familia pobre pero muy sabia a la que todo el mundo quería y admiraba.En la familia eran tres hermanos, todos varones llamados Taíche, Adargota y Abigail.
Taíche, con once años era el más pequeño. Era rubio con los ojos azules, igual que su padre. Era más o menos alto y delgado.
Luego estaba Adargoma, el mediano, con catorce años. Tenía el pelo castaño y los ojos verdes. Era normal de estatura y delgado.
Y por último, estaba el mayor de los tres, Abigail, que tenía veinticinco años. Era de pelo y ojos negros, tenía pecas y era bastante alto.
Taíche, Adargoma y Abigail nunca se separaban, se protegían entre ellos y se querían mucho, y la verdad es que eso era digno de admirar.
Sus padres, se llamaban Oriol y Nayara. Oriol trabajaba en agricultura, y de eso alimentaba a su familia, pero también tenía otro pequeño trabajo. Ese otro trabajo consistía en ayudar a la gente a cambio de un poquito de dinero, es decir, él tenía solución para todo, entonces toda la gente siempre acudía a él para solucionar sus problemas.
Nayara es una buena ama de casa y se caracterizaba por la bonita sonrisa que tenía y por lo guapa que de por sí era.
La familia era muy querida en todo el pueblo.
Un día, por desgracia, Oriol enfermó, y como la gente sabía que él tenía remedio para todo, le dijeron que buscara una solución a su enfermedad, y él decía:
- ¡Pero si yo ya sé la solución!.
- Y si la saber, como tú dices, ¿por qué no la dices, y así te podrán curar? –decían sus hijos y su mujer.
- Pues porque el obtener la solución es muy peligroso, y puede arriesgar la vida del que intenta conseguirla, y no pienso dejar que eso ocurra.
Viendo que cada vez se sentía más enfermo, en un papel escribió algo que nadie sabía qué era, lo metió dentro de un sobre y se lo dio a una gran lechuza que la familia tenía por mascota, ésta lo llevó a “la selva negra”, un sitio al que nadie se atrevía a entrar, pues se decía que había n dragón muy feroz y peligroso. Abigail, Taíche y Adargoma se preguntaban, que qué sería lo que había escrito su padre en aquel papel, así que:
- Papá, ¿qué has escrito en es carta?.
- He escrito la solución a mi enfermedad, y si de verdad queréis salvarme, tendréis que ir en busca de esa carta –respondió su padre.
-¡Pero eso es peligroso!.
- Ya lo sé, y cuando encontréis la carta, ya estaréis cerca de lograr mi salvación.
Abigail, Taíche y Adargoma, tendrían que conseguir esa carta, y no les quedaba más remedio que entrar en “la selva negra”.
Nayara no estaba convencida de que fuera una buena idea que sus tres hijos entraran en aquel lugar al que nadie se atrevía a entrar, pero tampoco quería perder a su marido, y decía:
- ¿No es mejor que en vez de entrar ustedes en la selva, entren otras personas que estén mejor preparadas para sobrevivir en ella?
- No mamá, nadie será capaz de entrar en ese lugar, -respondió Abigail- así que nosotros entraremos.
- Pues vale, entrad, pero no iréis sin nada, yo os prepararé las mochilas con comida suficiente para una semana, cuerdas, cuchillas, ... Y muchas cosas más o no sobreviviréis.
- De acuerdo.
Nayara, como había prometido, preparó las mochilas. Una vez preparadas, Abigail, Taíche y Adargoma, se pusieron en marcha hacia “la selva negra”.
En el momento en el que iban a entrar en la selva, todo el pueblo se reunió para darles mucha suerte a los tres. Les traían comida, utensilios necesarios para sobrevivir en una selva, y muchas cosas más.
Los tres hermanos entraron en aquel lugar que parecía tan siniestro y tenebroso, y una vez dentro...
La selva, en su interior era hermosa. Había millones de flores, rojas, rosas, lilas, violetas, azules, amarillas... Había muchas mariposas, de todos los colores, igual que las flores. Había ranas, sapos, caracoles, pájaros, ... Los árboles no tenían las hojas verdes y los troncos marrones, sino que tenían las hojas violetas y los troncos plateados. En el cielo se veía un sol enorme, parecía que estaba muy cerca del planeta Tierra, sin embargo, hacía mucho frío. El suelo, no era de tierra ni de arena, sino de diamantes chiquititos. Todo era raro, no había nada que fuera como las cosas que estaban en los sitios normales, es decir, los árboles no eran de hojas verdes y troncos marrones, el suelo no era de tierra ni de arena, el sol no estaba lejos, ... y muchas cosas que no eran normales. Aunque todo era raro, aquello parecía un paraíso. Y ahora, la cuestión era encontrar la carta de Oriol.
Taíche, Adargoma y Abigail, buscaban la carta de su padre, y por el camino, muchas ranas se les iban cruzando, saltaban hacia ellos de manera que los empujaban, haciendo que cayeran alguna que otra vez.
Una vez pasaron muy cerca de un grupo numeroso de ranas, y éstas saltaron hacia ellos, de manera que los tiraron al suelo, justo en un sitio en el que había un foso cubierto con ramas de árboles. Como podrás suponer, los tres cayeron dentro del foso. El foso era demasiado hondo como para poder salir ellos solos de allí. Cogieron una cuerda y la lanzaron hacia arriba, y con suerte, la cuerda quedó trabada. Taiche intentó subir por la cuerda, pero era imposible. De repente la cuerda comenzó a subir, y Taíche también.
- Agárrense a mi –gritó Taíche.
Adargoma y Abigail se agarraron a él, y todos comenzaron a subir. ¿Quién sería el que les estaba ayudando?.
Cuando por fin salieron del foso, la cuerda iba por el aire, y los tres hermanos iban colgados de ella.
Adargota tenía la curiosidad de saber, que quién sería el que llevaba la cuerda, así que miró hacia arriba y:
- ¡Anda..., si son mariposas! ¡Qué fuertes son!.
Después de un buen rato, la cuerda se paró, y Taiche, Adargoma y Abigail se bajaron de ella.
¿Por qué nos habrán dejado aquí?, se preguntaban los tres.
- ¡Mirad! ¡La carta de papá!.
- ¡Pues si! ¡Allí está!.
Los tres fueron hacia ella y Adargoma abrió la carta, en ella decía:
Queridos hijos:
Habéis sido muy valientes por haber llegado hasta aquí. Si conseguís salvarme os lo agradeceré mucho.
La solución a mi enfermedad, es conseguir la lágrima de un dragón de la selva.
Por ahí, cerca de la carta tiene que haber un camaleón, si le decís lo siguiente se convertirá en un dragón: uspidecus ornutecus graterius salerote.
Gracias hijos.
Los tres hermanos buscaron el camaleón, y Taiche fue el que lo encontró. Como les había dicho su padre, se dirigieron al camaleón y dijeron:
- Uspidecus ornutecus graterius salerote.
Del camaleón, salió un humo muy fino del que salió un dragón enorme. Los tres hermanos se asustaron al ver un dragón enorme frente a sus narices. Al ver aquel dragón tan grande, se cuestionaron la forma de hacerlo llorar, pero a Abigail se le ocurrió una forma de hacerlo.
- Mi padre está enfermo, y no puede trabajar –dijo Abigail dirigiéndose al dragón– al no poder trabajar, no tenemos dinero, y por tanto no tenemos comida. Necesitamos tu ayuda, así que ... por favor...
El dragón se estremeció, y comenzó a llorar. Abigail cogió un bote que llevaba en la mochila, y allí puso las lágrimas del dragón. Ahora tendrían que volver pronto a casa.
Taíche, Adargoma y Abigail pusieron rumbo a casa, y cuando llegaron al pueblo, nadie se podía creer que ellos estuvieran vivos después de haber estado en la selva, así que todo el mundo se paraba a preguntarles que cómo lo habían pasado, cómo habían sobrevivido... y ,muchas cosas más, pero ellos no podían entretenerse, porque tenían que salvar a su padre.
Cuando llegaron a su casa, el padre estaba muy enfermo, casi a punto de... bueno Abigail sacó su bote con lágrimas y le puso una lágrima del dragón en los ojos de su padre y...
- ¡Abigail!, ¡Taíche!, ¡Adargoma!, ¡me habéis salvado!